Querido papá:
Extraño mucho cuando sonreías con
nosotros, cuando buscabas la manera de sacarnos una sonrisa en los momentos de
tensión. Extraño las conversaciones sobre nuestros sueños, nuestros problemas y
nuestros recuerdos.
¿Dónde quedó ese padre amoroso?
Durante muchos días intenté que oyeras mi
voz, que me tomaras en cuenta como parte de la familia y no sólo como tu hijo,
pero me ignoraste completamente y eso me duele mucho, papá. No te imaginas el
dolor que estoy sintiendo en mi corazón, al ver que tú y mamá no se dirigen ni
una sola palabra, al ver que llegas de trabajar y no preguntas cómo nos
sentimos. Me duele tu indiferencia.
Sé que mi abuelo te golpeaba
cuando eras un niño y que golpeaba a mi abuela también, pero debes romper con
esa cadena. La violencia no es una salida a los problemas, no es la manera de
educar o corregir a los hijos. Nuestra familia necesita ternura, amor y
comprensión. Si mezclamos estos tres ingredientes podemos obtener la fórmula
perfecta para que cese la violencia, para lograr que la correa solo sirva para
sujetar los pantalones y no para golpear.
Decidí escribir esta breve carta para que
me escucharas a través de palabras plasmadas en un papel, para que reflexiones
y te dieras cuenta de lo que estás haciendo. Mi madre, mi hermana y yo te
necesitamos mucho y, aunque no lo creas, te amamos con toda el alma.
Con mucho amor
Tu hijo