martes, 17 de enero de 2017

Karma



          Esteban caminaba por la Av. Larco, como de costumbre, para sentarse en una banca del parque de Miraflores. Mientras caminaba para llegar a su destino, tropezó con Julia, una mujer con ocho meses de embarazo que apenas podía caminar. Julia echó a reír cuando observó el rostro de Esteban, pues éste tenía la nariz grande y los dientes desordenados.

       -No todo es gloria, señora. Espero que ría como lo está haciendo ahora en ocho años- le dijo, mientras se reponía del golpe en la rodilla que dicho “choque humano” le había provocado.

      Al cabo de ocho años, Julia y Roberto, el hijo que esperaba cuando tropezó con Esteban, disfrutaban de una calurosa mañana en una de las bancas del parque de Miraflores, ese que está en la Calle de las Pizzas. En medio de su disfrute, se les acercó un adulto de unos veinte ocho años, de barba grande y nariz respingada. Era Esteban. Estaba acompañado de su esposa, y de su hija, que por cierto nada le había heredado a su padre en términos físicos. Esteban observó a Roberto meticulosamente y, tras voltear la mirada a Julia, le dijo con una sonrisa burlona:

      -El mundo da vueltas. El Karma existe. Y, la verdad, me apena que su hijo haya heredado los genes de su burla

      Julia tardó tres minutos en darse cuenta de que quién le acababa de hablar no era ni más ni menos que el hombre “narizón” y “muelas torcidas” que había conocido años atrás. Y del que se había burlado. Roberto, pobre inocente, ajeno a toda la situación, al notar la sonrisa burlona de Esteban se puso de pie y le pidió a su madre que lo llevara inmediatamente a un dentista, pues no quería seguir siendo sujeto de mofas por la malformación de sus dientes.

    -Cuando haya dinero, hijo. Por ahora no- contestó a su pedido.

     Y mientras se lo decía, Esteban desapareció para siempre.

                                               (FIN)