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María ayuda a su hijo a ponerse de pie,
con total delicadeza, como si la piel del niño fuese un papel de seda. Un diluvio se ha formado en los ojos de
Jorge y su madre, a pesar de intentar ser fuerte, rompe en llanto junto a él.
Rodrigo
termina de limpiar la vitrina y un sentimiento de remordimiento empieza a invadir su
interior, desencadenando un mea culpa por la zurra que le acaba de dar a su
hijo. Camina hacia un lugar recóndito de la sala, abre la maleta llena de golosinas, le echa un vistazo y cuando está a punto de cerrarla, observa un papel blanco metido
entre los chocolates. Le parece extraño, ya que nunca coloca papeles en ese
lugar. Cree que es basura, pero después decide observarlo. Lo mira
meticulosamente. El papel contiene una carta, de su hijo, que dice lo
siguiente:
Querido papá:
Extraño mucho cuando sonreías con
nosotros, cuando buscabas la manera de sacarnos una sonrisa en los momentos de
tensión. Extraño las conversaciones sobre nuestros sueños, nuestros problemas y
nuestros recuerdos.
¿Dónde quedó ese padre amoroso?
Durante muchos días intenté que
oyeras mi voz, que me reconozcas como parte de la familia y no sólo como
tu hijo, pero me ignoraste completamente y eso me duele mucho, papá. No te
imaginas el dolor que mi corazón está sintiendo, al ver que tú y mamá no se
dirigen ni una sola palabra, al ver que llegas de trabajar y no preguntas cómo
nos sentimos. Me duele tu indiferencia.
Sé que mi abuelo te golpeaba cuando
eras un niño y que golpeaba a mi abuela también, pero debes romper con esa
cadena. La violencia no es una salida a los problemas, no es la manera de
educar o corregir a los hijos. Nuestra familia necesita ternura, amor y
comprensión. Si mezclamos estos tres ingredientes podemos obtener la fórmula
perfecta para que cese la violencia, para lograr que la correa solo sirva para
sujetar los pantalones y no para golpear.
Decidí escribir esta breve carta
para que me escucharas a través de palabras plasmadas en un papel, para que
reflexiones y te dieras cuenta de lo que estás haciendo. Mi madre, mi hermana y
yo te necesitamos mucho y, aunque no lo creas, te amamos con toda el alma.
Con mucho amor
Jorge
Ya
son las siete de la noche. Las nubes se mueven sin cesar y lentamente el cielo azul
se va convirtiendo en gris. Pequeñas gotas de agua empiezan a caer, avisando la
pronta llegada de la lluvia. Tras unos minutos se oyen algunos truenos y
comienzan a aparecer relámpagos, formando luces que aparecen cada dos minutos y
desaparecen de inmediato.
Rodrigo
llora al darse cuenta de lo malo que hizo, al pensar que la violencia era la
mejor manera de corregir a su hijo. Quiere remediar la situación al día
siguiente, cuando quizá ya sea demasiado tarde […]