-¡Alguien vendrá a visitarnos!- decía mi madre, cada vez que un moscón entraba a nuestra casa, creando un incómodo ruido del que era difícil escapar. A mi madre le gustaba decir frases cuya proveniencia desconocía, pero que la hacían sentir sabia, aunque el mundo la desconociera.
Una tarde, una pequeña mosca ingresó a mi casa y empezó a perseguirme. Le pregunté a mi madre si conocía alguna frase que tuviese relación con las moscas. Me dijo que no. Después de dos días de persecución, recibí una llamada un minuto antes de ir a dormir.
Mi mejor amigo había muerto.