sábado, 28 de noviembre de 2015

Mi amigo canadiense II



¡Qué puedo decir! Durante este año y medio he aprendido que la verdadera amistad supera la distancia, que la vida no se termina por una relación que no tenía futuro. He aprendido que el estrés te condena, pero que tienes la libertad de aceptarla o no. Parte de ello se lo debo al hermano que jamás tuve cuando era pequeño, pero que pude encontrar en este lugar mágico. Me refiero a mi amigo Julien.

Julien se expresa al mundo con total delicadeza, siempre manteniendo un balance entre lo académico y lo social. Alguna vez quise seguir su modelo, pero me di cuenta que no siempre es bueno imitar, sino ser como en realidad eres. Así ha sido y así será.  Aunque no sea una persona locuaz, parte de mis sentimientos y emociones las expreso a través de las palabras. Al fin y al cabo, no deja de ser lenguaje.

Mi amigo canadiense me saca una sonrisa aun cuando la esperanza parece desaparecer del alma. Siempre atento, siempre él. En más de una oportunidad he afirmado que he sido muy afortunado al conocerlo, al haber sembrado juntos un árbol que, aun en otoño e invierno, no deja de florecer.
Julien, hermano, el tiempo es una unidad efímera y los recuerdos se van almacenando en la memoria, como lo hace un escritor en las páginas de un libro. Recuerdos que tienen forma de fotografía, que en el momento menos esperado llegan a la mente y te permiten transportarte al pasado sin necesidad de una máquina del tiempo. Los días se van, es cierto,  y cada día que pasa es un día menos en esta escuela. Pero déjame decirte algo: la distancia es solo una palabra. Estoy seguro que, aunque los años pasen, esa hermandad no dejara de existir entre nosotros.

Orgulloso estoy de ti por lo que estas logrando.

Te quiero amigo


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