¡Qué puedo decir! Durante este año y medio he
aprendido que la verdadera amistad supera la distancia, que la vida no se
termina por una relación que no tenía futuro. He aprendido que el estrés te
condena, pero que tienes la libertad de aceptarla o no. Parte de ello se lo
debo al hermano que jamás tuve cuando era pequeño, pero que pude encontrar en
este lugar mágico. Me refiero a mi amigo Julien.
Julien se expresa al mundo con total
delicadeza, siempre manteniendo un balance entre lo académico y lo social. Alguna
vez quise seguir su modelo, pero me di cuenta que no siempre es bueno imitar,
sino ser como en realidad eres. Así ha sido y así será. Aunque no sea una persona locuaz, parte de mis
sentimientos y emociones las expreso a través de las palabras. Al fin y al
cabo, no deja de ser lenguaje.
Mi amigo canadiense me saca una sonrisa aun
cuando la esperanza parece desaparecer del alma. Siempre atento, siempre él. En
más de una oportunidad he afirmado que he sido muy afortunado al conocerlo, al
haber sembrado juntos un árbol que, aun en otoño e invierno, no deja de
florecer.
Julien, hermano, el tiempo es una unidad efímera
y los recuerdos se van almacenando en la memoria, como lo hace un escritor en
las páginas de un libro. Recuerdos que tienen forma de fotografía, que en el
momento menos esperado llegan a la mente y te permiten transportarte al pasado
sin necesidad de una máquina del tiempo. Los días se van, es cierto, y cada día que pasa es un día menos en esta escuela.
Pero déjame decirte algo: la distancia es solo una palabra. Estoy seguro que,
aunque los años pasen, esa hermandad no dejara de existir entre nosotros.
Orgulloso estoy de ti por lo que estas logrando.
Te quiero amigo
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